7/6/17


2º grado

Lectura de la novela "Dailan Kifki"

Lectura de poesías de María Elena Walsh

Tomando nota de la biografía de la autora 




María Elena Walsh nació el 1.º de febrero de 1930 en la localidad bonaerense de Ramos Mejía. En ese entonces era una zona aún campestre, muy verde y apacible, rodeada de chacras y casas quintas. La estación de tren se había inaugurado en septiembre de 1858 y fue la primera parada ferroviaria instalada fuera de los límites de la actual Capital Federal. En 1923 ya se había electrificado el Ferrocarril Oeste en el tramo Once-Moreno, lo que permitía combinar con el subte hacia la Plaza de Mayo. El eslogan de esa época era: «Del subte al tren sin cambiar de andén». El desarrollo ferroviario era sinónimo de progreso. 
Su padre, Enrique Walsh, que era hijo de inmigrantes de origen irlandés, trabajaba como jefe de contaduría de la línea Sudoeste. Era viudo, con cuatro hijos adolescentes, casado en segundas nupcias con Lucía Elena Monsalvo, una argentina, amante de la naturaleza, hija de padre argentino y madre andaluza. Juntos tuvieron dos hijas, Susana, la mayor, y María Elena, cinco años menor. Vecina de la famosa fotógrafa Grete Stern, toda la familia vivía en un gran caserón con huerta, patios, gallinero, rosales, gatos, limoneros, naranjos y una higuera. 
A su papá le gustaba tocar el piano y cantar canciones de la tradición oral inglesa que había escuchado de niño. Fue él quien introdujo a la pequeña María Elena en ese cancionero popular y en los juegos lingüísticos que caracterizan el nonsense británico, una de las principales fuentes de inspiración de donde posteriormente ella tomaría el uso del absurdo como un recurso humorístico esencial de su obra.
Sus padres eran personas con una gran sensibilidad hacia el arte, la lectura, la música. María Elena creció un entorno de clase media ilustrada, rodeada de música, libros y películas del recién nacido cine sonoro, en los años dorados del musical hollywoodense.

Fue educada con mayores libertades con respecto a la educación tradicional de las niñas de la época, lejos del estilo Shirley Temple —ícono de la infancia en la década del 30, de risitas con hoyuelos y adorables rizos tirabuzones—. María Elena se desarrolló al margen de cursilerías sociales tales como las típicas clases de danzas clásicas y declamación.

Tempranamente ella marcó un distanciamiento ideológico de las expectativas y los estereotipos impuestos social y culturalmente para cualquier jovencita en esos tiempos.

A los 12 años ingresó a la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano de Buenos Aires que, a diferencia de la mayoría de los establecimientos de enseñanza secundaria de los años cuarenta, ofrecía una propuesta educativa algo más liberal.
Tímida y rebelde, leía mucho. 
A los 15 años publicó su primer poema en la revista El Hogar y en 1947, a los 17, antes de terminar de cursar en la Escuela Nacional de Bellas Artes, de donde egresó como profesora de Dibujo y Pintura, solventó con sus ahorros la publicación de su primer libro, Otoño imperdonable, que recibió el Segundo Premio Municipal de Poesía.

Conoce al escritor Juan Ramón Jiménez, quien le da una beca para estudiar en los Estados Unidos. Luego vuelve a la Argentina y prueba suerte como profesora de inglés. Insatisfecha y desilusionada decide abandonar su destino de joven promesa literaria y emprende un viaje iniciático junto con Leda Valladares, primero por Latinoamérica y más tarde rumbo al París de la posguerra, donde resplandecía el viejo varieté.


Ellas conformaron el dúo Leda y María. Recorrieron varias ciudades europeas interpretando música folclórica: zambas, cuecas, vidalas y bagualas.

Por esa época, entre bambalinas, María Elena comenzó a escribir versos para niños, y del folclore nacional dio un vuelco hacia la «canción infantil de autor».
A través de sus canciones, textos, guiones y obras teatrales infantiles exploró una nueva poética que trascendía lo didáctico y lo tradicional. 


Ella supo recrear y traducir un conjunto de múltiples influencias culturales —el sinsentido y el humor paródico inglés, el romancero español, el coplerío y el folclore latinoamericano junto con el music hall francés y americano— en un repertorio singularísimo y diverso, presente en la banda de sonido de la infancia de muchas generaciones de niños, y que perdurará como un tesoro familiar y afectivo altamente apreciado por todos nosotros. 


No hay comentarios: